En la actualidad, los medios de comunicación proyectan una imagen exaltando la independencia y el servicio asegurándose así los niveles de audiencia. Nos encontramos con que la mayoría de ellos gozan de una independencia política y económica y se rigen bajo estas directrices.
Es evidente que hoy en día todo medio de comunicación está envuelto en una maraña de intereses bancarios, políticos y financieros que tienen muy limitada su objetividad y que proporcionan una imagen de lo que seguramente no son, pero que sus intereses hacen que den una imagen distorsionada.
La comunicación es el nexo que provoca reacciones, contradicciones y, especialmente, actitudes cambiantes en la opinión de los receptores. Por tanto los medios de comunicación pueden influir en la conducta de un sujeto, pudiendo, llegar a modificar la conducta de esa persona.
De los tres medios: prensa, radio y televisión, el tercero, con su doble lenguaje oral y visual, es desde cualquier punto de vista el que más transformaciones ha provocado. Sus mensajes nos hacen presos de ideas, opiniones y actitudes que rompen en la mayoría de los casos con creencias y costumbres heredadas y transmitidas por los mayores. Es tal la influencia que a veces, de forma inconsciente, adoptamos aptitudes y emprendemos acciones encaminadas a transformar nuestra propia naturaleza. En ocasiones entramos en la creencia de que si no somos como los personajes que aparecen en la pequeña pantalla vamos a ser rechazados ya que la audiencia está en el centro de este trabajo, es decir la audiencia es receptora y fuente de los mensajes, somos nosotros, los espectadores, los que determinamos los productos. La tecnología es causa, pero también consecuencia de los procesos y transformaciones sociales.
Día tras día estamos expuestos a la influencia de una televisión poco centrada en el marco educativo, en la que las reacciones de violencia, sexo y publicidad están más que sobradas y ofrece aquello que más vende sin reparar en los daños que esto pueda causar a cierto tipo de público. Por ejemplo un programa televisivo de gran popularidad, lo dejamos tres o cuatro semanas en un nivel de audiencia medio-alto y en cuestión de unas semanas podemos observar como la mayoría de las personas hablan sobre él.
Por tanto podemos deducir que la televisión ataca a las mentes humanas si distinción de edad, sexo o raza pero no a todos del mismo modo, pues cada persona ofrece una disponibilidad mayor o menor según el estado de ánimo en el que se encuentre, mayor o menor resistencia a la influencia externa y sobre todo la edad que constituye un factor esencial a la hora de juzgar la influencia televisiva. Pero a pesar de que los medios utilicen múltiples trucos para coaccionar al telespectador, debe ser éste quien discrimine y elija lo mejor para sí mismo.
domingo, 23 de mayo de 2010
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